«Las palabras me las llevo yo
-dijo la rosa de los vientos”
Un libro es un viaje. Todo comienza con la insatisfacción, una comezón te va royendo las entrañas, y sientes que algo se mueve por dentro, algo que pugna por alcanzar el exterior y salir volando. Apenas tienes conciencia de ello, y por eso es difícil a veces darle forma. El viaje empieza hacia adentro. Buscas en tu mente, en tus recuerdos, en tu corazón, revuelves cajones quizás olvidados en tu memoria, o en las memorias ajenas, y vas tirando de un ovillo cuyo fin cada vez parece más lejano. La escritura siempre empieza con una palabra, quizás banal, pero que va poco a poco bastiendo historias y descubriéndote mundos, gentes, ideas, que, aún a escondidas de ti mismo, siempre han estado ahí. Puede que las busques en lo más íntimo de ti mismo, o en la ficción de una vida que podrías haber llevado, o en aventuras fantásticas e irrealizables. Tus palabras siempre llevarán impresa la huella de tu visión del mundo. A veces desandarás un camino ya recorrido buscando pistas de cómo llegaste hasta aquí; otras reencontrarás viejos amigos y destaparás antiguos secretos; revelarás errores, desfacerás entuertos, y abrirás puertas arcanas a las que nadie antes se había atrevido a llamar. Llamarás a las cosas por su nombre, o por nombres inventados, y jugarás por fin con las palabras para que sus significados aviven en el lector el fuego de la curiosidad y la pasión, y no acaben desterradas al desván del olvido por aburridas, cansinas, obsoletas. Porque, amigo, hay un lector. Sin él, el libro no sería tal, las palabras quedarían aprisionadas bajo el candado de la intimidad, como un diario cerrado con llave al que nadie más que tú tendría acceso. El libro da alas a tus memorias, tus fantasías, tus pensamientos, tus quimeras, es la ventana por la que tú, autor de sueños y esperanzas te lanzas al mundo aleteando las páginas, y te dejas llevar por la rosa de los vientos. Y así esparces todas esas letras ligeras como lluvia de abril por los páramos ávidos de sabiduría, y plantas la simiente de conocimiento en las mentes de aquellos que, a su vez, seguirán desentrañando el ovillo. Feliz Sant Jordi a todos, y ¡¡ muchos besos de papel!!
De poetas y energúmenos 