EN ALGUN LUGAR DEL CIELO

De noche solían volar las brujas. Muy avispadas ellas, sabían que los habitantes del lugar a esas horas o estaban durmiendo, los más, pues eran gentes de costumbres tempranas, o estaban borrachos, los menos, y no menos tempranos, pues a las diez se cerraban las tabernas, y los pocos que quedaban ya a última hora no podrían jurar a la mañana siguiente si las figuras borrosas que habían visto surcar el cielo por encima de sus cabezas habían sido reales o producto de su inspiración etílica. Además, la niebla, casi perenne, eterna, infinita, les facilitaba la tarea. Esa niebla que no dejaba distinguir, aún de día, los árboles de la lejanía, qué menos de noche, cuando cubría como un velo los campos y las casas y lo más que podías alcanzar a divisar era alguna luz, que podía parecer remota, y no se hallaba sino a unos pocos metros. Eran precisamente esas luces las que servían de guía a las brujas, pues la niebla no afectaba a su visión igual que al resto de los mortales, no en vano poseen poderes mágicos que les permiten volar sobre sus escobas, mirar, como hemos dicho, a través de la niebla, escuchar las voces de los muertos y, sobre todo, sanar. Era casi un secreto en aquellas tierras, y aunque había trascendido con frecuencia, a través de las crónicas de los viajeros que atravesaban ocasionalmente esos parajes o de los chismes que los mercaderes intercambiaban en las posadas del camino, nadie daba crédito a semejantes ecos, y los atribuían , como ocurre habitualmente, a supersticiones y supercherías. Se hallaba el lugar en una hondonada entre altas montañas, por lo que pocos eran los que llegaban allí. Algún viajero sin rumbo, de los que gustan de travesías difíciles y destinos ocultos y escondidos, o los mercaderes que, tanto por propio interés como por hacer favor a aquellas gentes, se desviaban de su ruta y llevaban hasta el pueblo utensilios, modas y artilugios, con los que se mantenían al día del progreso del resto del mundo. En cuanto a los naturales del valle, pocos habían sido los que habían sentido un desasosiego interior y un ansia, ya demostrada desde la infancia, que les llevaba a escalar los picos más altos y a escuchar embelesados las historias de países remotos y gentes exóticas que narraban los vendedores ambulantes,hasta que por fin se decidían a partir, con un destino incierto. Ninguno había vuelto.

Pero hablábamos de las brujas. Aunque en realidad nadie del lugar, como antes mencionábamos, las había visto, todos sabían que existían. Y que no eran malas, feas ni crueles, como habían escuchado de boca de los mercaderes que era creencia común en el resto del país, si no del mundo, sino buenas y hermosas. Y curaban a los niños . Era por ello que, cuando un niño caía enfermo, en la puerta de su casa se colgaba un farol, que servia de guía y aviso a las brujas. Estas, por la noche, cuando el silencio sólo se veía roto por algún ronquido feliz y el canto del búho, entraban por las rendijas en la habitación del niño y se llevaban con ellas todos sus males, devolviendo la salud al pequeño. También, además, ayudaban a bien morir a los ancianos, los cuales, ya en su agonía, eran escuchados por los espíritus de sus antepasados , que llevaban la noticia a las brujas. De nuevo las benefactoras se llevaban los males del doliente, pero esta vez para dejarle en reposo eterno.

Sí, ya sé lo que estáis pensando, supersticiones, supercherías. Bien, tal como lo oí os lo cuento. Las palabras se las lleva el viento y la rosa os las trae aquí. ¿Qué cómo saben esas gentes que esto es cierto y no es mentira? De vez en cuando las brujas, si en una de sus visitas encuentran una escoba nueva en la casa, la cambian por su vieja escoba, y la dejan tras la puerta. Y es que no hay nada que guste más a una bruja que una escoba nueva y veloz. ¡A ver quien llega antes a la luna!

brujas

Acerca de depoetasyenergumenos

Ecléctica, caótica, vital. Comunicar, vivir, compartir. Aire, fuego, luz. ... but only cosmic stardust, after all.
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